Reducir riesgo en las relaciones
¿Cómo reduciré el riesgo al mínimo?
Si te dispusieras a escalar el Everest, ¿qué harías? Determinar si estás preparada para tal aventura, comprar el mejor equipo sin reparar en gastos, contratar a un guía y ponerte en forma físicamente, ¿verdad? Y si te dispusieras a invertir en unos valores bursátiles de alto riesgo, ¿no procurarías evaluar objetivamente los peligros y calcular los posibles beneficios, así como tu capacidad para soportar las posibles pérdidas? Dicho de otro modo, harías lo posible por familiarizarte con el riesgo, y luego tomarías todas las precauciones para reducirlo al mínimo.
Hay escaladores que adoptan todas las precauciones y nunca logran conquistar la cumbre. Algunos pierden la vida intentándolo. Hay inversores arriesgados que ganan millones y otros, muchos más, que pierden hasta la camisa. Siempre que asumes un gran riesgo, las probabilidades de fracasar son elevadas. Nadie te garantiza el éxito.
No obstante, puedes reducir el riesgo al mínimo. Este libro te enseñará cómo. Será tu guía, tu aliado, tu mapa del tesoro, tu contacto con la realidad. Severo algunas veces, indulgente otras, te ayudará a leer entre líneas el comportamiento de tu novio y el tuyo propio. Te dirá cómo debes presentarte y cómo precaverte. Tendrá siempre presente lo que más te conviene, algo que unas veces tú no puedes hacer y otras no quieres. Te proporcionará toda la información que puede ayudarte a ser sincera contigo misma.
Qué otras cosas necesitas
Una buena amiga de confianza, con quien franquearte y que te sirva de apoyo. Una tienda de vídeos a la que acudirás en las horas bajas y de autocompasión. Un gimnasio para ayudarte a desahogar la rabia.
Como los obstáculos y las complicaciones que hasta la gente más normal incorpora a una relación, aunque ambos sean totalmente libres y dueños de sí mismos; por ejemplo, viven en ciudades diferentes, o aportan hijos de sendos matrimonios anteriores. Y como las contemporizaciones que todas las parejas comunes y corrientes procuran hacer. ¿Será ella capaz de soportar la obsesión neurótica de él por los deportes? ¿Tolerará él la manía de ir a todas partes en taxi que tiene ella y que amenaza con llevarlos a la ruina?
En otras palabras, incluso las relaciones normales presentan su parte oscura, su antirrelación, su malvado hermano gemelo, que acecha entre las sombras a la espera de saltar cuando menos lo esperas, dispuesto a estropear el montaje cinematográfico de los felices amantes.
Otro diablo:
parece un matrimonio pero no lo es
Rebecca conoce a Lee desde hace tres semanas pero es como si lo conociera desde hace tres años. Se sabe al dedillo sus preocupaciones, remordimientos y temores como si fuesen los suyos. Conoce todos los detalles de su aparato digestivo, la dificultad que la niña tiene para conciliar el sueño por las noches, los secretos de la intimidad marital. Lo de Rebecca y Lee ha sido un flechazo. Se llaman tres veces al día. Han entrado sin esfuerzo en el ritmo cotidiano de las parejas casadas. Rebecca se siente más que ilusionada y enamorada, se siente atada a ese hombre. Lee no sólo la ama, la necesita. Es lo que ella siempre había deseado, no una pasión de las que tumban de espaldas, sino dejarse mecer y llevar por ese maravilloso, banal, cotidiano intercambio de trivialidades, sentimientos cordiales y anécdotas.