Hombre y mujer
Es conocido también que la mujer, en general, se siente más atraída por el discurso masculino que por el femenino, acaso porque lo que expresa el hombre es más incisivo, lineal, simple y directo, características todas ellas que suelen ser menos frecuentes en el discurso femenino. Por la razón que sea, el hecho es que la mujer tiene una necesidad mayor de comunicación afectiva, impregnada de ternura y de detalles, que el hombre, ya que éste va siempre «más directo al grano».—Oye, Miguel, ¿tú qué harías con esa puerta de la cocina, que desde que se mojó con aquel escape de agua de la semana pasada se ha hinchado de tal manera que ahora no cierra bien...?
—Pero ¡qué cosas me preguntas, Matilde! Llama al carpintero y en paz, mujer. (Diálogo doméstico habitual.)Advierto que, muy a menudo, cuando la esposa le pregunta al marido su opinión ante determinado problema, lo más seguro es que ella sepa de antemano la correcta solución. El marido, por el contrario, piensa lo lerda que es su mujer preguntándole algo tan elemental. Y éste no se da cuenta de que lo que simplemente requiere su esposa es que atienda a su demanda con cariño y le dedique toda su atención por un momento. ¡Así de sencillo!
Posiblemente, la mayoría de las dificultades conyugales en materia de comunicación residen en este hecho diferencial con un sistema de seduccion subliminal: el varón opta preferentemente por la comunicación racional, con toda su lógica intelectual, y la mujer prefiere manejarse con la comunicación emocional, que da mayor importancia a los sentimientos que a la validez de los razonamientos.
Y de aquí salen dos cuestiones que tienen mucha miga: ¿De qué le sirve a una persona sentirse querida si la otra no se lo dice, es decir, no se lo manifiesta verbalmen- te? ¿De qué le sirve a una persona que verbalmente le manifiesten lo mucho que la quieren, si no se siente querida, porque no llega a esta convicción por el tipo de emociones que le transmite la otra persona? Es decir, todos tenemos que esforzarnos en tratar de aunar palabras y sentimientos, en saber expresar y recibir las emociones. Por separado, no cuelan.
Diferentes expectativas: dos matrimonios en uno
Le voy a poner un ejemplo muy gráfico. Imagínese a dos personas que entran por distintas puertas en una misma habitación vacía. Cada una de ellas viene bien cargada con su equipaje: maletas, bolsas y otras pertenencias. Una de las personas deja alguna de las maletas en el suelo de la habitación, pero deja fuera otros bártulos. La otra, por el contrario, deposita todos sus bultos dentro de la habitación y no deja nada fuera.
Ésta es la imagen metafórica del matrimonio. La habitación representa el marco matrimonial, el espacio físico y espiritual en que se desarrollará la convivencia de la pareja. Los bártulos que llevamos a cuestas y que metemos en la habitación son los presentes, nuestro bagaje vivencial, que aportamos o regalamos a la estructura matrimonial, lo que realmente queremos que figure en este marco de convivencia. Los enseres que dejamos en el habitáculo de la casa común son para compartirlos y disfrutarlos con el otro miembro de la pareja. El resto, lo que dejamos fuera, nos lo reservamos para cada uno de nosotros. Es nuestra privacidad.