Sistema de seduccion subliminal
Sobre el mundo de la pareja y la seduccion

El genio malo de las relaciones

cómo reconocer al gemelo malo

Cuando te enamoras de un separado, el gemelo malo es auténticamente malo. No sólo te arriesgas a caer en todas las trampas normales o demonios del amor, sino que ade­más cargas con toda una galería de elementos perturbado­res exclusiva de vuestra situación. Estos diablos te ponen la zancadilla porque son invisibles. Te burlan, porque, como jamás los habías visto, no sabes dónde mirar. Asoman de un salto y dicen «¡te he atrapado!» justo cuando tú te creías más feliz, afortunada y serena que nunca.
 
Veamos si descubres dónde se esconden los diablos en la conversación siguiente.
—Estoy en la gloria —comenta Rebecca a su mejor ami­ga, Alison, durante el almuerzo. Su rostro resplandece mien­tras se inclina sobre la mesa con aire conspirador—. Estoy enamorada, Al. Enamorada de verdad. Lee es el hombre más
considerado y atento que he conocido. Quiere estar conmi­go todo el tiempo. Ayer estuvimos juntos en las rebajas de la sección de zapatería de Bloomingale.
—Ajá. —Alison arquea una ceja con la expresión escép- tica que adopta desde que Rebecca empezó, hace tres se­manas, sus espumosas confidencias de sexo extático y en­cuentro de dos almas gemelas.
—De veras, Al, te caerá bien. Es inteligente, divertido, se­ductor, dulce...
—Y está casado.
—¡Vamos, anda! Está en trámites de divorcio. Ya estaría di­vorciado si esa tarasca no anduviese torturándolo a cuenta de la pensión de alimentos. Es demasiado generoso, y ella no deja de abusar. Pero no hablemos ahora de ella. ¿Te he conta­do que me ha propuesto que vayamos a esquiar en febrero? El próximo fin de semana empezaremos a buscar apartamento. Quiere que me encuentre a gusto en su nueva vivienda.
—¿No tenías pensado participar en una campaña de los Verdes en febrero?
—¡Bah! No puedo seguir con eso ahora —contesta Re­becca, y justo en ese momento suena la musiquilla del telé­fono móvil que lleva en el bolso. Mientras hurga en busca del aparato, dedica a su amiga una sonrisa de disculpa—. Me lo regaló Lee para tenerme siempre localizable. Hola, cariño. Ya lo sé. Yo también te echo de menos. He preparado el pollo al horno. ¿Has comido ya?
 

 
Alison observa que el semblante de su amiga se desinfla como una pelota pisada por una vaca.
—No importa, cariño. Otro día será, claro. Yo también te quiero.
Rebecca desconecta el teléfono con un suspiro.
—Pareces una de esas filmaciones a cámara lenta, de flo­res que se abren sólo que pasada al revés —comenta Ali­son—. ¿Algo va mal?
—Nada... Pensábamos cenar juntos esta noche para ce­lebrar mi ascenso, pero su mujer ha quedado con él para discutir a quién le toca pagar la ortodoncia de la niña o algo por el estilo, ¡la mala bruja! —explica Rebecca con el entre­cejo fruncido.
—¿Y por qué no le ha dicho que tenía otro compromiso? —pregunta Alison—. ¿Acaso no están separados? A fin de cuentas no le está poniendo los cuernos.
—¿Bromeas? ¡Ella ni siquiera sabe que existo! Lee me pi­dió que mantuviéramos nuestra relación en secreto para que los tribunales no le obliguen a pasar una asignación mucho más alta. Ni siquiera debí contártelo a ti. Además, ha dicho que procurará venir. —El rostro de Rebecca se animó—. ¿Te he comentado que le gusta prepararme el desayuno por la mañana?
 
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